EMIRO MERLANO – EL JARDÍN DE LOS RECUERDOS
EMIRO MERLANO – EL JARDÍN DE LOS RECUERDOS
La historia del presente es la gloria
del pasado, aunque los templos
se encuentren en ruinas,
las columnas dispersas en el pasto;
el Faro de Alejandría, los Jardines
Colgantes de Babilonia,
la Estatua de Zeus, las Pirámides
de Egipto, la Estatua de Roda,
y como a los difuntos le gusta el silencio,
dejo de último el Mausoleo de Halicarnaso,
son vivos testigos de los desembarcos
de otras costumbres, idiomas y amores.
Tengo un jardín sembrado
de anturios y poemas escrutados
en el pasado cuando descendió
por la proa tu presencia
que con un movimiento tectónico
resquebrajó las columnas hoy esparcidas
en el jardín de los recuerdos…
EMIRO MERLANO – EL JARDÍN DE LOS RECUERDOS
POEMA – ABIGAIL COLMENARES
La flor sabanera se viste color blanco,
señalando el vuelo lento de una garza
que acompaña el alma de una llanera;
¡ Abigail Colmenares ! que partió
al estero eterno del oriente.
Los lirios del campo se encuentran
florecidos formando un tapete
al invierno para que no interrumpa
la sonrisa de una mujer… llanera.
Se inmortalizó por decir las cosas
por su nombre sin importarle el don
que tuviera.
Partió Abigail Colmenares, dejando
el dolor a los presentes; en el corral
de grandes árboles de matapalo,
los potros envisten a los vientos
que jinetean fantasmas desde
el Hato Corocoro, hasta la casona
de Arauca donde pernocta la Virgen
Del Carmen.
Coros celestiales se escuchan
en el llano adentro y abrazos
de familiares le dan la bienvenida,
cantos angelicales.
Adiós… Abigail Colmenares.
EMIRO MERLANO – EL JARDÍN DE LOS RECUERDOS
IMPOSIBLE
Tengo miedo del solsticio de invierno
que aleja tu rostro sonriente,
haciendo cerrar los pétalos de las flores,
ocultándose en los sueños negados
y en palabras disonantes, alejando
los sonidos de un afecto verdadero.
Me perturban los truenos
que anuncian fuertes tormentas,
con rayos amarillos refractarios
que no te encuentran en el frágil nido…
Para que penetrar mi barca en
un mar embravecido, si las olas
arrinconan las tablas en la arena
de la noche; mi piel también
es endeble y se agrieta como
barro en sol de verano.
El mar sabe guardar las centellas
una a una, pero mis manos
no pueden extraer el néctar
de la zarzamora, cuando baja
un copo de nieve del firmamento.